No lo sé, tengo como bien dije el primer día, sentimientos encontrados. He hablado con compañeros, les he preguntado, y hay opiniones y Fitur para todos los gustos.
Para muchos ha sido una edición “descafeinada” (O, más bien, directamente sin café de ningún tipo y una gota de leche) que se tenía que haber evitado por imagen. Otros lo ven como un espaldarazo necesario por parte de todos y una oportunidad para poder proyectar una imagen de normalidad.
Vamos por partes y poniendo las cosas en su sitio. Llevo desde el año 1993 acudiendo a Fitur (se dice pronto), he visto y vivido casi de todo. Ni que decir tiene que poco se parecen unos con otros. Aquellos años donde miércoles y jueves principalmente podías trabajar porque asistían exclusivamente los profesionales. Era el punto de reunión con tus receptivos venidos de todo el mundo, negociación de tarifas anuales, visita a los turoperadores con los que trabajabas para poner cara a muchos de los que te contestaban al teléfono en reservas. Dos días de mucho trabajo para cerrar negociaciones, empezar colaboraciones y afianzar los contactos que ya tenías.
Poco a poco se fueron perdiendo esos momentos y, paralelamente, empezaron a aparecer otro tipo de visitantes, menos “profesionales” del sector, con carritos de la compra que se dedicaban a pasearse por los stands para ver qué podían conseguir (folletos, llaveros, bolígrafos…) tanto si tenían planeado visitar el lugar o como si no. Lo importante era conseguir llenar el carro. A veces, conseguían su propósito hasta lo inesperado y, como las fuerzas flaqueaban, antes de llegar al metro, lo iban vaciando de folletos, catálogos y otras publicidades en las papeleras que se encontraban por el camino. También pudimos convivir con los reyes del canapé. Como este punto ya lo desarrollé en otro artículo en Fitur 2015, a él os remito para no repetirme.
Pasaron los años con sus más y sus menos. Llegó el 2020 y se nos vino encima una pandemia, (esta parte también me la voy a saltar que ya sabéis todos cómo ha sido la cosa y cómo se ha sobrevivido en cada casa.)
Estamos en el 2021 y todo es extraño. Se celebra Fitur, no es enero y nos salvamos del frío meteorológicamente, aunque me entra un escalofrío cuando llego y veo el parking prácticamente vacío. Es la primera señal de lo que me voy a encontrar.
En esta edición no hay plástico ni papel por lo que pocos son los que han impreso la suya y la llevan al cuello. Todo es digital y el uso de códigos QR marca la tendencia. La entrada, previa presentación de tu resultado negativo, es bastante fluida. Si eres de los que te haces la prueba allí mismo se ha habilitado uno de los pabellones donde el personal de Quirón te espera.
Por cierto, desde el martes los centros de Quirón, donde la prueba valía 30€, ya no tenían ninguna cita disponible. La única opción era ya en IFEMA pagando 45 por la misma. A toro pasado, también supe que prensa no tenían que pagar la prueba. Quizás hubiera sido un buen detalle que nos hubieran informado a la hora de acreditarnos como tal. (Aún dudo de esta información porque a día de hoy son contradictorias las versiones que se dan)
Los pabellones abiertos son menos que en otras ediciones y las distancias entre stands se han ampliado, algo que se sigue agrandando al comprobar cómo pasa el tiempo y el número de profesionales no aumenta. Eso sí, te sigues encontrando con torpes mirando el móvil que te llevan por delante, aunque el pasillo tenga cuatro metros de ancho, estéis los dos solos e intentes esquivarlo varias veces. Será la ley de Murphy.
Sin folletos sólo nos queda la opción de acercarnos a algunas de las personas que atienden para buscar información o preguntar por la persona con quien tenemos la reunión. La otra es mover tu dedo por la infinidad de pantallas donde moverte por las ciudades/países. Tras ver el de Canarias naufragaron mis esperanzas que los dos días que iba a pasar allí fueran mínimamente normales.
Me reuní con instituciones, países, empresas privadas y países europeos y del continente americano y estas son las conclusiones tras escucharlos atentamente (¿alguien más se ha parado de verdad a escucharlos?): malestar en general por no decir cabreo.
Algunos han desplazado personal a España, que ya implica una PCR para entrar al país. Se han tenido que hacer otra prueba para poder trabajar esos días (la prueba era válida máximo tres jornadas). Otros han venido para un par de días y a su regreso tenían que pasar diez días de confinamiento en casa para hacer la cuarentena. ¡Viva el teletrabajo!.
Dos cadenas hoteleras me confirmaron que llevaban con hoteles cerrados desde el mes de marzo del pasado año, sin meter un euro en caja, pero ahí estaban, apostando claramente.
Todos me dicen que FITUR no ha hecho rebaja en los precios de los stands y manifiestan su enfado al enterarse que el público en general (el mismo que otros años acudía con los carros de la compra y se deleitaba con los canapés y demás degustaciones) pasará a la feria sin prueba alguna. -¿Nos toman por tontos? ¿Somos nosotros lo que llevamos el virus y los que vienen en fin de semana no? –
Sé de buena tinta que se preparan cartas para comentar estas “pequeñeces”, eso sí, me aclaran, lo harán muy educadamente. Ninguno entiende por qué las pruebas no han sido gratuitas, ni por qué los precios siguen siendo prácticamente los mismos. Apoyan el turismo claro, pero quieren ver que las administraciones también lo hacen. ¿Hasta cuando se va a hacer negocio con las PCR?
La hora del almuerzo, tan concurrida siempre entre el gentío, los olores de comidas de todo el mundo se convirtieron en algún showcooking sin degustación y la mayoría vía streaming (¿qué sentido tiene estar de pie viendo en un pasillo cómo cocinan nuestros afamados chefs a la vez que intentas esquivar al tipo del móvil?)
Eso sí, largas colas en los restaurantes de comida rápida donde la misión de encontrar una mesa se convertía en una quimera. Indignante que las únicas botellas de agua fueran las de cristal, de un litro y sin posibilidad de poder llevártelas.
El jueves a las cinco de la tarde los pasillos estaban prácticamente vacíos y allí donde había alguna presentación de las instituciones se veía un poco de animación ¡Qué cantidad de rutas en bici, rutas verdes, rutas de turismo ornitológico, etc se han podido presentar! Incluso en esto se nota la presencia de la pandemia y la apuesta de las administraciones por el aire libre.
Me voy de FITUR con una sensación de desamparo. Sí, quizás fue buena idea dar un empujón a esto del turismo, ¿pero no era mejor que nos hubieran dado un impulso real, eficaz y pragmática por parte de nuestras queridas instituciones?
No dudo que el sector turístico será uno de los que primero arranque y coja velocidad de crucero. Y será gracias al esfuerzo, tesón, trabajo e ilusión de las empresas. Lo que sí dudo son las formas y métodos con los que las administraciones están llevando todo este proceso.
Regresé a casa con el recuerdo de las palabras que alguien me comentó en una mesa redonda la semana anterior en Salamanca: “ A los políticos no le pedimos que hagan nada, sólo que no estorben”