Montia 2014 (Segunda parte)

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Un año después de mi primera visita,   regresé  al  Restaurante Montia en  un día precioso de otoño allá por  el mes de Noviembre, y esta vez, acompañada por amigas.
 
Los recuerdos de Montia seguían intactos en mi memoria, la sensación de ir al lugar donde me había sentido tan bien se vio confirmada al cruzar la puerta  y sentirme como en casa. La chimenea encendida  te recibe  con un abrazo, la misma pulcritud, la sensación de estar como en tu propio salón.
Sentadas ya,  Jorge nos explicó el principio de todo, la extraordinaria mantequilla de La Colmenareña, el agua de la fuente recogida por ellos, el pan Kamut y la cerveza artesana.
 

Mente abierta y expectante.

 

 
Sin tiempo para más, los aperitivos  se presentan en mesa, una croqueta de senderillas   destaca y anuncia la aventura de otro gran menú esta vez el llamado XL. Es el preludio de una  evolución que apabulla.
 

Escabeche de níscalos  con paté de pularda y la gelatina salada  con caldo de algas y soja acompaña a la anguila ahumada y apio que explota en boca.

 

Malvasía italiano, elMio!  del  2011 acompañan a la ostra escabechada en su propio jugo, cartueso, zanahora encurtida y manzana ácida hacen el resto. Delicado junto al tartar de tomate de la zona.

 

 
Sorprende los interludios entre platos, un apropiado nombre para tan magnífico concierto.
 

Crema de ajo blanco, sardina ahumada, cebolleta y huevas de trucha es el primero nos encanta. Isabel  está sorprendida y feliz, como el resto.

 

 
La comida transcurre entre risas, comentarios, y sorpresas. Un estado de  alegría y bienestar  nos recorre. Me alegra constatar que Isabel, Idoya , Belén y Margalida están, sencillamente, disfrutando tanto como yo.
 

Cambiamos de vino  y Paula,  nuestra somellier, sorprende con un coupage  de 7 meses en barrica de La Orotava para el siguiente plato. Ensalada templada de caracoles, brandada de  bacalao, cangrejos de río, acelga roja con vinagreta de ajo. Simplemente espectacular.

 

 

Segundo interludio y  solo de violín. El guiso de setas y lentejas con Boletus Pinícola, coliflor, brécol y coronada por montia, toda un declaración de intenciones.

 

 

 

Plato deslumbrante donde los haya es el Gazpachuelo castellano con la Torta de Galiano, setas, crema de patatas, salvia y caldo de Caza. Una puesta en escena del plato delicada y espectacular que nos deja sin palabras. Un número de malabarista que acompaña uno de los vinos mejor elegidos, una Garnacha del 2013 (Ambiz) con fermentación en tinaja de barro que simplemente enamora a todos los comensales.

 

 
Sin tregua para reponernos, la hamburguesa de ciervo ahumado  en chimenea con crema de boniato  y boletus destaca por su elegancia y refinamiento.
 

Me asombra  la delicadeza de la carne de caza repleta de sabor  y sutileza para pasar al tercer interludio.

 

 

“Dan”  relleno de pularda con chocolate  y mermelada de pimiento rojo y menta sobre nabo.

 

 

Último plato del menú largo,  compuesto por muslito y pechuga  de paloma torcaz con un guiso de champiñón e hinojo. Explosión de   sabores y reconozco, sin vergüenza, que acabamos “chupando” el hueso de la misma.  Mejor homenaje no podíamos darle a tal festín.

 

 
Belén y yo nos animamos al menú XL que acaba con unos callos a la madrileña. A todo el equipo del restaurante le encantan, cada día es un cocinero distinto quien los hace.
 

No pudimos sacarle a Luis quien era el artífice de este plato, una verdadera ofrenda a este guiso tan típico de la comunidad  de Madrid. Suaves y con una textura única, fueron catados y admirados por toda la mesa.

 

 
En la tabla de quesos artesanos destaca y, con creces, Luna Nueva de Elvira García (El Barraco), Miraflores  y el azul de Suerte Ampanera.
 

La Bomba  de  La Cabezuela acaba con el homenaje al queso. Digno final,  sin duda.

 

 
Un helado de boletus animó a nuestra amiga Isabel que no le agrada mucho los quesos. Espléndido.
 
La hora de los postres es un festival de creatividad, destacando la alegría de la Feria, un helado de manzana, cacahuetes garrapiñados  y una nube con polvo de apio simulando los algodones toda la vida.
 

La hora del café y los licores caseros es  el momento para asentar  emociones, instantes para comentar sensaciones, deleitarnos entre risas y confidencias.

 

Cinco horas después nos levantamos de la mesa con la convicción de haber disfrutado de uno de los mejores menús de Madrid. Un festín al más estilo Babette en la Sierra que desprende  buen hacer y profesionalidad por  todos los rincones del restaurante.
 

Y una reserva para el mes de Abril.

 

Nota: Me gustaría comentar una anécdota de la mesa de al lado, seis personas  de Asturias incluyendo una niña (Marta) de 8 años. Me sorprendió que los padres la llevaran a este tipo de restaurante.
 
Luís le preparó un plato de pasta. No sólo se comió eso, probó prácticamente todo el menú de los adultos y acabó comiendo el plato de callos con una educación exquisita.
 
Al salir pude hablar con sus padres para  felicitarles por el comportamiento de su hija, y a ella por los callos. Le gustaron mucho, aunque se quedaba con los de su abuela. Toucheé.
Con estos jóvenes comensales, el futuro de la gastronomía está asegurado.
 
Restaurante Montia
C/ Calvario 4, San Lorenzo de El Escorial, España.
Teléfono de reservas: 91 133 69 88
 

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